mejores canciones: es Sir Duke.
La verdad es que se me pasó el tiempo contemplándola. Tanto, que me llamaron la atención para que entrara a la tienda a firmar los papeles de cesión. Una vez pasado el protocolo, me entregaron las llaves de la moto y llegó el ansiado momento de ponerse a los mandos. No podía defraudarme...
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ando por fin llega el esperado momento de introducir la llave en el contacto, su tablero te saluda en el chequeo inicial con el slogan de KTM: Ready to Race (lista para correr, esto promete). Al terminar la secuencia muestra mucha información, aunque de manera algo fría, porque todo es digital, aunque es fácil de leer y está bien dispuesta: la marcha que llevas engranada, temperatura, nivel de gasolina. un discreto cuentavueltas en su parte superior por medio de ladrillitos (el summum de esa frialdad), reloj horario, y hasta indicador de consumo en tiempo real.
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No me entretengo más. Inicio por fin la marcha. Conducir la Duke 125 es
una gozada. La ausencia de ruidos del motor se complementa con una
también ausencia de vibraciones. Es casi un motor eléctrico por su
suavidad. Se maneja bien incluso con mucho tráfico. Muy ágil. Sin duda,
la ciudad es el hábitat natural de la pequeña Duke. El motor empuja muy
bien desde las 5.000 vueltas y estira, pero lo que más sorprende es su
consumo. Si me lo propusiera, podría conseguir consumos ridículos.
Se puede comprobar lo sensible que es a la alegría que le des al
acelerador, será difícil ver más de los 4 litros a los 100 km dando
caña, a no ser que vayas siempre en marchas cortas. Es una de sus
grandes virtudes.
Las relaciones de cambio permiten mantenerlo siempre en su punto,
incluso un testigo rojo en la parte superior del tablero te avisa de
cuando es conveniente subir de marcha. Lo que estropea un poco esa
vocación urbana es el punto muerto. A pesar de lo bien que está hecho
todo (los hindúes de Bajaj saben fabricar bien y cumplen los estándares
de calidad de la marca naranja), cuesta localizarlo entre primera y
segunda, y a veces te salta una de esas dos marchas calándote el motor.
Tampoco lo hace nada mal maniobrando, algo necesario para buscar huecos
entre los coches parados.
De siempre he tenido la idea preconcebida de que con horquillas invertidas, la gruesa botella limita el giro de la dirección. Pues con la Duke 125 llega la excepción que confirma la regla. No se cómo lo habrán hecho en KTM, pero con la horquilla White Power con barras de nada menos que 43 mm de sección (ríete de una supersport de 600 cc), la Duke gira tan bien como un scooter urbano. Y ya no me dejo más para esta primera jornada intensa con la Duke. En mis recorridos urbanos habituales, demuestra ser un arma urbana muy efectiva, cómoda y con muchas ganas de jugar; en el fondo no deja de ser un cachorro en la gama de KTM.
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